Científicos de EE UU presentan los biobots, organismos programables entre un robot y un ser vivo, son auténticas máquinas vivientes creadas a partir de células animales.
Los Biobots son máquinas vivientes elaboradas con células animales que son capaces de capaces de llevar a cabo tareas muy sencillas de forma autónoma. Se espera que puedan servir en un futuro todavía muy lejano para la detección de tumores, eliminación de la placa de las arterias o el reparto inteligente de fármacos dentro del cuerpo humano dentro del campo de la medicina o para operaciones de restauración ambiental de lugares contaminados.
Dos biólogos, Michael Levin y Douglas Blackiston, y Josh Bongard y Sam Kriegman dos expertos en robótica son los creadores de estos sistemas vivos programables. Han empleado dos tipos de células de la rana de uñas africana: las células de su corazón (contráctiles) y las de su piel (más pasivas). Utilizando un superordenador han simulado miles de agregados celulares de diferentes formas para intentar predecir su comportamiento. El resultado es una máquina biológica de medio milímetro, con unos pocos cientos de células, capaz de moverse en una dirección determinada programada previamente.
Estos biobots son una tercera clase de materia animada, ni son robots ni son organismos vivos estrictamente hablando. Los biobots obligarán a los biólogos y a los filósofos a repensar nuestras definiciones de ser vivo y de máquina.
Michael Levin , uno de los biólogos cree que estos nuevos organismos servirán para entender grandes reglas de la vida, Por ejemplo, en una colonia de hormigas ninguna tiene el plano del futuro hormiguero, pero todas cooperan para hacer uno. ¿Sería posible modificar genéticamente a las hormigas para que construyeran un hormiguero con dos entradas en lugar de una?.
Según Michael Levin la gran pregunta aquí es: ¿Cómo cooperan las células para construir cuerpos complejos y funcionales? ¿Cómo saben qué tienen que construir? ¿Qué señales intercambian entre ellas?. Una vez que descubramos cómo incitar a las células a construir estructuras específicas, no solo tendremos un impacto enorme en la medicina regenerativa, sino que podremos utilizar estos mismos principios para mejorar la robótica, los sistemas de comunicación y, quizás, las plataformas de inteligencia artificial-
Por si parte Bongard plantea como hipótesis que si logramos automatizar la fabricación de los diseños por ordenador, podríamos concebir enormes enjambres de biobots. Y estos podrían incluso ser capaces de unirse en tamaños cada vez mayores. Podríamos tener biomáquinas muy grandes en el futuro.
Los autores dibujan un futuro en el que se harían sistemas vivos a medida para una amplia gama de funciones. En su laboratorio ya han diseñado un biobot con un agujero en el centro que, según los científicos, se podría utilizar como un bolsillo en el que transportar o neutralizar sustancias tóxicas. Quizás, en el futuro, se podrían liberar en el océano grandes enjambres de biobots, para que reuniesen los microplásticos en grandes cúmulos que pudiesen ser recogidos por barcos. Al final, como los biobots son 100% biodegradables, se convertirían a su vez en alimento para la vida marina.
Otra aplicación para lo enjambres de biobots es que podrían encontrar pequeñas cantidades de metales pesados en suelos contaminados o podrían flotar en el aire y recoger partículas contaminantes limpiando las ciudades.
El biólogo y físico Ricard Solé comenta que el equipo de Levin ha dado un salto importante en biología sintética, pero esos miniorganismos necesitarán sensores para poder hacer cosas complejas. Añadir esos sensores será el salto cualitativo que habrá que dar en el futuro.
La química Berta Esteban Fernández de Ávila piensa que la estrategia del equipo de Levin tiene muchísimas posibilidades en aplicaciones como la microcirugía dentro del cuerpo humano. Berta dice que «Independientemente de la toxicidad de las células, habría que asegurar una forma de inactivarlas después de realizar la función deseada. Por dar un ejemplo, a veces aplicamos microrrobots en el estómago y aprovechamos la acidez del propio fluido gástrico para desactivarlos».
Los biobots se disuelven en una semana una vez cumplido el objetivo. Sin embargose plantea la posibilidad de añadir a las células la capacidad de reproducirse para abordar los importantes desafíos ecológicos que plantea el cambio climático.
Es pronto para saber si esta tecnología podría tener consecuencias no deseadas o hasta donde se puede llegar. Pero creemos que, si esta tecnología madura, podríamos necesitar una regulación. Sobre todo pensando en su aplicación militar que podría ser terrible. De hecho el dinero para esta investigación sale del Departamento de Defensa de EE UU y eso no parece nada bueno.
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