Ignacio Domínguez-Adame Palomo, doctor en Ingeniería Industrial y catedrático de Hidráulica y Motores Térmicos diseñó y construyo en Sevilla el primer coche eléctrico español en el año 1946.
Ignacio, en una sola noche, dibujó el diseño del coche y por la mañana hizo en proyección geométrica descriptiva los desarrollos del chasis.
Llevó a su casa las chapas que cortó a tijera en su sótano. Posteriormente, con materiales reciclados de tranvías y otros coches completó todos los elementos necesarios en un coche.
Utilizó suspensión de ruedas independientes y muelles espirales: las delanteras telescópicas, y las posteriores con brazos articulados y cuatro neumáticos usados de un Renault.
Frenos hidráulicos con T de media pulgada, barrenas y émbolos de aluminio, siendo las zapatas de chapas recortadas y soldada.
Ignacio ya había tratado años antes de electrificar un Fiat 508 (también llamado). Para su nuevo proyecto usó el motor que diseñó para el Balilla, poniendo dos matrices gemelas, una en cada rueda trasera.
Eran dos motores de 2 caballos, cuatro polos para 60 voltios y 1,500 revoluciones por minuto. Utilizó un controlador para dotarlo de marcha atrás.
Estos dos motores combinados giraban más de 2,500 veces por minuto transmitiendo la potencia a las ruedas gracias a unas correas trapezoidales.
Cada uno de los motores contaba con una batería usada de 12V y 150 Ah que otorgaba al coche una autonomía de 80 kilómetros.
El coche, pesaba 800 kilos sin las baterías y casi 1,000 con ellas.
Consiguió su homologación y matricularlo en 1946 tras las muchísimas dificultades puestas por la Delegación de Industria de la época. La última condición que le impusieron fue registrarlo con una marca comercial y así nació el DAR (sus iniciales).
La familia utilizó regularmente el vehículo para sus desplazamientos, pero finalmente, tras doce años de uso, en 1958 la familia vendió el DAR y se compró un 600