Matemático, físico, filósofo, teólogo y apologista francés, diseñó y construyó calculadoras mecánicas, aporto un nuevo punto de vista a la teoría de la probabilidad, investigó sobre los fluidos, la presión y el vacío e investigó también sobre filosofía y teología.
Nació el 19 de junio de 1623 en el seno de una familia noble en Clermont (Macizo Central francés). Hijo de Étienne Pascal, juez vicepresidente de la oficina de recaudación tributaria que destacaría tambien como matemático y de Antoinette Begon que provenía de una familia burguesa de comerciantes y falleció cuando Pascal tenía solo tres años.
En 1631, Étienne Pascal se trasladó con su familia a París, Blaise tenía para entonces ocho años y llamaba mucho la atención por sus facultades mentales, superiores a las promedio.
En 1640, su padre fue nombrado Comisario Real y jefe de la recaudación de impuestos para Normandía con asiento en Ruan. Aquí, Pascal inventó para él la roue pascaline, «rueda de pascal» o Pascalina, considerada como una de las calculadoras más antiguas. Inicialmente solo permitía realizar sumas, pero en los diez años siguientes añadió mejoras, siendo finalmente capaz de hacer restas. Pascal la patentó comercializando su invento por medio de una pequeña empresa de su propiedad, pero las máquinas había qeu hacerlas una a una y a mano y eran demasiado caras como para poder venderse en volúmenes mayores. Solo llegó a fabricar cincuenta, de las que subsisten nueve.
En 1646 entró en contacto con las enseñanzas del obispo reformista neerlandés Jansenio, que defendía en el seno de la Iglesia católica una noción de gracia divina basada en San Agustín, similar a las ideas de Calvino. Pascal, que sufría fenómenos de parálisis en las piernas con permanentes dolores, interpretó su enfermedad como signo divino y empezó a llevar una vida ascética.
Pascal nunca consideró que su devoción fuera un obstáculo para seguir dedicándose a sus estudios en ciencias naturales y matemática y en 1648 repitió con éxito los ensayos de Evangelista Torricelli para demostrar la existencia del vacío, que hasta entonces se había considerado como imposible, publicando en 1647 sus resultados en el «Tratado sobre el vacío».
A partir de mayo de 1647 volvió a vivir en París, sus ideas no fueron bien recibidas por numerosos teólogos e investigadores, entre ellos Descartes, por ello, a partir de entonces formuló sus especulaciones sobre el vacío, el éter y particularmente sobre la presión atmosférica, pidió a su cuñado que escalase el volcán Puy de Dôme hasta su cima con mercurio en un tubo con vacío en su parte superior, y así comprobó que el mercurio sube más en la base de la montaña que en su cima, demostrando su dependencia de la altura del lugar en cuestión. En 1648, en otro tratado, fundamentó la ley de los vasos comunicantes y en 1653 un tratado sobre la presión atmosférica, en el que por primera vez en la historia de la ciencia se hace una descripción completa de la hidrostática.
Cuando murió su padre Pascal tenía una situación acomodada y era noble, comenzó a frecuentar la sociedad de París, trabando amistad con el joven duque de Roannez, con el que compartía el interés por la filosofía. En esta época Pascal indagó acerca del modo de ganar en los juegos de azar, un pasatiempo típicamente de nobles. Esto lo llevó en 1653 a dedicarse a la teoría de la probabilidad, principalmente los juegos de dados. Al mismo tiempo, Pascal se ocupó de otros problemas matemáticos, publicando diversas obras en 1654: el Traité du triangle arithmétique acerca del llamado triángulo de Pascal y los coeficientes binomiales, en el que también por primera vez formuló explícitamente el principio de la demostración por inducción matemática, el Traité des ordres numériques acerca de los órdenes de los números y Combinaisons sobre combinaciones de números.
El 23 de noviembre de 1654, posiblemente después de un accidente con su carroza del que sin embargo no existen testimonios fidedignos, tuvo una experiencia religiosa de renacimiento que intentó registrar esa misma noche en una hoja de papel que aún se conserva, el así llamado Memorial. La hoja, fechada «en el año de gracia de 1654, lunes 23 de noviembre, a partir de las diez y media de la noche aproximadamente hasta cerca de media hora después de la medianoche» comienza con la palabra «feu» (fuego) escrita en grandes letras mayúsculas, y relata una visión que ha experimentado. Incluye los fragmentos «¡Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob, no el de los filósofos y los sabios!» y añade más adelante «El Dios de Jesucristo: solo por los caminos que enseña el Evangelio se le puede hallar».
Después se retiró por completo de la sociedad parisina para dedicarse por completo a su devoción. Sus únicas relaciones humanas pasaron a ser los «ermitaños» jansenistas; se trataba de sabios y teólogos que se habían establecido en el entorno del convento Port-Royal des Champs y a los que visitaba con frecuencia. Alrededor de 1655 desarrolló aquí el diálogo legendario con su nuevo confesor A. Le Maître de Sacy (Conversation avec M. de Saci sur Épictète et Montaigne), en el que, entre los dos polos del escepticismo de Montaigne y la ética estoica de Epicteto, ya ofrece un esbozo de la antropología, que posteriormente desarrollaría en los Pensées.
En el momento de su conversión (como indica el Mémorial), Pascal se vio implicado en una situación, en la que la devoción ortodoxa y el moralismo riguroso de los jansenistas se habían convertido en una molestia para los jesuitas, más relajados y conciliadores, pero también conscientes de su poder. Cuando en 1655 se desató abiertamente el conflicto, porque a Arnauld, en su calidad de jansenista, se lo expulsó de la facultad de teología de la Sorbonne en París,
Pascal tomó partido entre jansenistas y jesuitas y en 1656/57 redactó una serie de folletos satíricos que tuvieron una resonancia explosiva y en 1657 incluso fueron publicados en Holanda en forma de libro, bajo el título de «Cartas provincianas, o cartas de L. de M. a un provinciano amigo así como a los RR. PP. jesuitas sobre la moral y la política de estos padres». Se trata de dieciocho cartas supuestamente escritas por un personaje ficticio de nombre Montalte de viaje en París, de las que las primeras diez están dirigidas a un amigo ficticio en su provincia de origen, las siguientes seis a los padres jesuitas de París, mientras que las últimas dos se dirigen en especial al padre confesor del rey. En estas cartas, Montalte, primero en el papel de joven noble, ingenuo y no versado en teología, describe como los jesuitas le explican su teología de manera sabihonda y desdeñosa; después, aprendida la «lección», empieza a discutir con ellos, reduciendo al absurdo sus enseñanzas de manera aguda e hilarante. Pascal ridiculizó y atacó así la teología en cierto sentido amistosa y práctica, pero tendencialmente oportunista y muchas veces capciosa –la famosa casuística– de los jesuitas y desenmascara sus ansias de poder sumamente terrenales. Las Lettres provinciales tuvieron un éxito notorio y durable, aunque fueron prohibidas a partir de la número cinco, puestas en el índice al aparecer como libro y hasta quemadas por el verdugo en 1660, señalando a largo plazo el principio del fin de la omnipotencia jesuita, al menos en Francia. Por su claridad y precisión se las considera entre las obras maestras de la prosa francesa, que otorgaron a su autor un lugar entre los clásicos de la literatura francesa.
En lo inmediato, sin embargo, los jesuitas mantuvieron el control de la situación con la ayuda del Rey y del Papa, lo que ensombreció los siguientes años para Pascal. En medio de esta situación, en 1658 empezó a trabajar de manera más sistemática en una gran apologética de la religión cristiana. Con este fin había escrito unas primeras notas en 1656 donde explica la forma jansenista de la noción de gracia de San Agustín como término medio entre la noción casi fatalista de predestinación del calvinismo y la noción optimista de gracia de los jesuitas, asignándole a la libre voluntad del hombre el decidir sobre su salvación. Porque para Pascal rige:
«Aquel que nos creó sin nuestro concurso, no puede salvarnos sin nuestra participación».
Blaise Pascal
En 1658, calculó la superficie de la cicloide con los métodos de Cavalieri, así como el volumen del sólido de rotación que resulta de una rotación de la ciclode alrededor del eje de las x. Después de haber hallado la solución él mismo, ofreció un premio a quien resolviese el problema, lo que le significó recibir numerosas propuestas así como desarrollar una intensa polémica con un descontento.
En 1659 apareció su escrito «Tratado de los senos de los cuadrantes circulares». Cuando Gottfried Leibniz leyó esta obra en 1673 en París, recibió de ella un impulso decisivo para desarrollar el cálculo infinitesimal considerando el razonamiento específico por parte de Pascal, que Leibniz empleó de manera más general, interpretando el círculo de Pascal como círculo de curvatura en determinados puntos de una función o curva cualquiera. Leibniz dice que en ello había visto una luz que el propio autor no vio. De allí se origina el concepto de triángulo característico.
Su salud deteriorada empeoró cada vez más deprisa en esos años, probablemente a consecuencia de su modo de vida extremadamente ascético, que lo debilitaba más. En ese año fue miembro de un comité que trataba de poner en marcha una nueva traducción de la Biblia. En 1660 pasó varios meses de convalecencia en un palacete perteneciente a su hermana mayor y a su cuñado cerca de Clermont.
A principios de 1662, junto a su amigo Roannez, fundó una empresa de carrozas «Las carrozas de cincuenta centavos», marcando el comienzo del transporte público local en París.
En agosto enfermó gravemente, hizo vender sus enseres domésticos donándolos para fines de caridad y murió, a la edad de solo 39 años, un año después de la muerte de su hermana Jacqueline, en casa de los Périer en París.
En una época en la que ya se insistía en la separación de la fe y el saber, Pascal representó, en su vida y en su obra, el principio de la unidad de todo el ser. Para él, dedicarse tanto a problemas de ciencias naturales como a cuestiones filosóficas y teológicas no suponía contradicción de ninguna clase; todo le servía para lograr una directa profundización de sus conocimientos.
Críticos modernos como Aldous Huxley, según Huxley, y a diferencia de Nietzsche, Pascal no habría luchado en contra de sus dolencias, sino que las habría usado como indicios bienvenidos de que la vida terrenal carecía de valor.
«la enfermedad es el estado natural del cristiano; porque solo en la enfermedad el ser humano es como siempre debería ser»
Blaise Pascal