La Inteligencia Artificial ha muerto, larga vida a la Inteligencia Organoide.

Es un nuevo concepto que sonará mucho a partir de ahora, Inteligencia Organoide, también conocida como IO.

Inteligencia Organoide define la impulsada por células cerebrales humanas vivas. Los organoides son grupos tridimensionales de tejido biológico que los científicos llevan años cultivando y experimentando, investigadores de la Universidad Johns Hopkins están trabajando en el desarrollo de un bioordenador alimentado por células cerebrales humanas.

En el equipo de científicos hay componentes de Cortical Labs, este equipo, el año pasado, creó un plato lleno de células cerebrales vivas que aprendió en poco tiempo y por sí solo a jugar al videojuego original Pong.

De momento solo se ha presentado una prueba de concepto, pero demuestra que las biocomputadoras controladas por células cerebrales humanas podrían dejar a la IA a la que estamos acostumbrados totalmente obsoleta.

Digamos que se trata de mini cerebros que cuentan con las ventajas que aportan las múltiples conexiones neuronales. Esto es un gran avance en lo referente a aprendizaje frente a la Inteligencia Artificial. Para entender la diferencia hay que saber que la inteligencia artificial usa algoritmos entrenados con bases de datos inmensas, en las que van buscando las coincidencias y divergencias que finalmente les llevan a obtener un resultado. Esto es lo que conocemos como aprendizaje automático. La Inteligencia Artificial no es tan buena como el ser humano aprendiendo, solo es mucho más rápida analizando datos.

La IO lo que busca es aunar la velocidad de proceso de datos de una Inteligencia Artificial con las bondades del aprendizaje de un cerebro humano, conexiones neuronales y eficiencia energética; la energía que se invierte en entrenar a un algoritmo para jugar al ajedrez bastaría para mantener a una persona adulta activa durante toda una década.

Bien, el problema es conseguir células cerebrales humanas sin matar a nadie.

No es sencillo, ahora se están usando cultivos de 50.000 células, lo ideal sería llegar a los 10 millones. Para conseguir esto hay que recurrir a células madre de pluripotencia inducida (iPS por sus siglas en inglés). Se trata de células adultas que se reprograman para volver a sus etapas embrionarias cuando aún no se habían diferenciado. Desde este estado, se pueden diferenciar al tipo celular que interese. Por ejemplo, tomamos células de la piel y las convertimos en células cerebrales.

Usando este principio, la Inteligencia Organoide podría ser útil para el estudio de enfermedades neurodegenerativas como el alzhéimer; se tomarían células de la piel de pacientes sanos y enfermos y después, a través de la técnica iPS, se des-diferenciarían y se volverían a diferenciar para transformarlas en cerebrales consiguiendo dos organoides, uno sano y otro enfermo y así comparar las diferencias en el aprendizaje de ambos al conectarlos a ordenadores.

A la par que se superan los problemas técnicos hay que avanzar en los problemas éticos que esta tecnología puede traer bajo el brazo. Hablamos de cerebros, ¿Qué implica esto?, ¿Qué derechos tendrían las personas que donaron las células sobre el organoide?. ¿Podrían llegar a desarrollar conciencia, aunque fuese muy rudimentaria teniendo en cuenta que una persona se puede considerar muerta cuando cesa su actividad cerebral?. ¿Podrá decidir?. ¿Podrá morir?

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