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Robótica, bigotes electrónicos que superan en sensibilidad a la piel humana.

Uno de los tradicionales problemas en la robótica es advertir la presión que ejercen sobre un material, hasta donde deben ejercer esa presión y si el material la soportará sin romperse. No es lo mismo coger una copa que un martillo, o acariciar un gato que llamar a la puerta.

El vídeo superior de ACCIONA hace un resumen sobre el avance a través del tiempo en este campo.

Jonathan Reeder, de la Escuela de Ingeniería y Ciencia Informática Erik Jonsson, pensó en utilizar filamentos artificiales para mejorar este tipo de sensibilidad en robots. En colaboración con el Dr. Walter Voit, de la Universidad de Texas, han creado unos bigotes electrónicos basados en los de las focas que superan en sensibilidad a la piel humana.

En un centímetro cuadrado de piel humana hay tres millones y medio de corpúsculos destinados a percibir el dolor, quinientos mil para percibir sensaciones táctiles, doscientos cincuenta mil para detectar el frío y treinta mil especializados en registrar el calor. En base a esto se empezó a trabajar con la sensibilidad de los robots.

Por otra parte, los bigotes de las focas les permite detectar cambios muy sutiles en el movimiento del agua con los que localizar la presencia de peces.

El prototipo es un polímero con memoria recubierto de una capa de oro de gran conductividad que compone una red de filamentos recortados con láser. Las terminaciones de cada filamento, que tiene el grosor de un cabello humano, cuentan con microsensores de tensión. La memoria del polímero convierte el material en flexible en presencia del calor por lo que los filamentos se erizan al exponerse al aire caliente.  

La menor presión sobre ellos detectan el estímulo en menos de doscientos cincuenta microsegundos. Son capaces de medir parámetros como la fricción, la presión, la rigidez, la proximidad o la temperatura con una elevada precisión.

Son sensibles al roce y pueden mapear texturas al deslizarse sobre una superficie, distinguiendo si es lisa o rugosa. Por otro lado, la rigidez del material se determina al presionar los filamentos contra él, detectando la resistencia que ofrece.

Con esta tecnología los robots deberían poder interactuar con el entorno de una manera mucho más precisa, sin causar desperfectos en los objetos que manipulan ni lesiones en los seres vivos.

Mas allá de la robótica, esta tecnología podrá mejorar considerablemente la sensibilidad de las prótesis humanas, llegando a superar incluso las facultades de la piel natural. En este aspecto todavía queda mucho, está por resolver cómo traducir de las señales eléctricas de los sensores al lenguaje del sistema nervioso humano.  

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